VINTILA HORIA Y LA NUCIA
Miguel Guardiola Fuster
Cronista oficial de La Nucia
Los 1.570
habitantes de La Nucia
de 1965 se conocían entre ellos con sus nombres y apodos y convivían en amistad
y buena vecindad. La Nucia
era un pueblo en su acepción más tradicional que tenía en la agricultura su
principal fuente de riqueza y prosperidad. En aquella década el turismo
descubrió el sol y la playa. Sólo singulares personas eligieron los pueblos del
interior para ocio y descanso atraídos por el aire pintoresco y bucólico, al
igual que lo hicieron en los años veinte Oscar Esplá, Emilio Valera y Gabriel
Miró. Siguieron sus pasos el pintor Benjamín Palencia, el abogado Rafael
Vicente Gómez-Carrasco, el escritor Vintila Horia, el coronel don Gonzalo… La presencia
del forastero era de inmediato conocida y aceptada sin ambages. A Vintila Horia
le recuerdo sentado tomando un refresco en la terraza del casino del tío Quico
Poma, en la calle la
Carretera, y a larga distancia nosotros, jóvenes estudiantes,
haciendo conjeturas con su pasado.
Fuente: http://www.romanianstudies.org/content/2009/12/dedication-vintila-horia/ |
Vintila
Horia nació en 1915, en Rumania. Se licenció en Derecho por la universidad de
Bucarest. En 1940 ingresó en el cuerpo diplomático, siendo agregado de Prensa y
Cultura en las delegaciones de Roma y, en 1942, Viena, donde aprovechó la
situación para cursar estudios de Filosofía y Letras en las universidades de
Perugia y Viena. En 1944, un golpe de estado relevó la dictadura militar del
mariscal Ion Antonescu por un gobierno procomunista y Vintila Horia fue recluido
por los alemanes en los campos de concentración de Krummhübel y María Pfarr
hasta mayo de 1945 que fue liberado por las tropas inglesas y exilado a Italia.
En 1948 se halla en Argentina, y el 5 de marzo de 1953 a bordo del Monte Udala llega a Vigo y se afinca
definitivamente en España, salvo los años 1960-1964 que residió en París, y
adquiere la nacionalidad española en 1972. Vintila Horia colaboró con la
editorial Taurus e inspírale la fundación de la primera agencia literaria en el
mundo hispánico. En 1956, Carmen Balcells trabajaría para Vintila como agente
literario en Barcelona. En 1960, el rumano se instalaba en París al tiempo que
renunciaba de la agencia, intentándola vender a Carmen por 100.000 pesetas,
dinero que no tenía la agente catalana. No obstante, Balcells se quedó con la
agencia, retiraba el membrete y puso el de ella. De esta suerte se convirtió en
la mayor agente literaria del mundo latino. Vintila Horia dio clases de
literatura en varias universidades madrileñas y fue funcionario del CSIC. Su
muerte acaeció el 4 de abril de 1992 e inhumado en el cementerio madrileño de la Almudena.
En 1960
recibió en París el Premio Goncourt de novela por su obra Dios ha nacido en el exilio, pero en una dura campaña de los
intelectuales franceses, dirigida por Jean-Paúl Sastre, fue acusado de fascista
por haber escrito en su juventud poemas antisemitas y obligado a renunciar al
premio. “Los periódicos anuncian el nuevo Goncourt –escribía Horia- ¡Qué
historia más vieja ya! Me sentí muy feliz de haber obtenido el premio y más
feliz todavía de renunciar a él. Se ha dicho que me obligaron a hacerlo, pero
es que era mi única posible revancha. Por eso lo hice con alegría”. Horia se
define como persona de derechas, entendiendo como tales a quienes hacen suyos
los valores cristianos de amor, familia, propiedad privada, religiosidad,
etcétera. Su obra es fecunda –en doce días, confiesa, escribió un libro de
doscientas páginas- y variada: filosofía, arte, tradición, política,
sociología, novelas, cuentos, ensayos, periodismo, guionista de cine, parapsicología,
etcétera. El periodista, Juan Cruz, preguntaba a Carmen Balcells, cómo fue la
relación con Vintila Horia, y la famosa agente literaria respondía: “Buenísima.
Yo le admiraba muchísimo. La cosa que más he admirado desde la más tierna
infancia es la gente culta. Y eso me pasaba con Vintila Horia, qué hombre tan
culto…” (EL PAIS SEMANAL, 11-III-07)
Vintila
Horia descubrió estas tierras –le dice a este cronista Joaquín Fuster, que fue
su amigo y buen conocedor del rumano- por unos compatriotas afincados en
Benidorm. Buscó casa en la Nucia
–según testimonio de mi maestro y profesor de bachillerato, Antonio Ivorra
Lledó, a quien se dirigió- , pero la halló en Polop por diligencia de Joaquín
Fuster, y en este pueblo, como hizo Gabriel Miró en Años y Leguas, escribió hermosas páginas que después plasmó en Diario de un campesino del Danubio.
Pero
fue escudriñando los libros de fiesta de la Nucia cuando sentí curiosidad por Vintila. En el
tocante del año 1967, el escritor rumano firmaba unas líneas intituladas La señora de las colinas. Dicha dama era
la Nucia a la
que en breves líneas halaga en modo primoroso, y remata el escrito con estas
palabras: “… y en el más reciente de mis libros hablo de ella con mucho
cariño”. Por la data del escrito el libro podía ser Diario de un campesino del Danubio. En realidad la obra quiere ser
unas memorias, imprescindibles para conocer su vida y pensamiento en la que
intercala pasajes descriptivos de Polop y su entorno: “Esta mañana, he sabido
que la calle en que se levanta mi casa lleva el nombre de un antiguo camino que
separa Polop del vecino pueblo –la
Nucia-, y que se llama, en dialecto valenciano, “Camino de la Sort”, o sea, de la suerte…
La casa es completamente blanca, con un pequeño balcón en el primer piso, una
escalera bastante considerable, cuyas ventanas dan sobre el pueblo y las
montañas de la Bernia,
dejando aparecer al fondo dos copas azules ofrecidas al cielo: lo que queda del
mar en la lejanía descendiente de las colinas. No es una casa bonita. Está en
la esquina de un conjunto de casitas sin corral ni jardín, que están pegadas
las unas a las otras. En total son ocho; cuatro del lado del pueblo y cuatro
del lado del monte Ponoch. Pero tiene garaje, un patio minúsculo y, en el
primer piso, podría volver a tener un cuarto de trabajo, de tres metros por dos
setenta y cinco, lo que me hunde de nuevo en mis exaltados recuerdos…”
En otro
lugar del Diario…, Vintila Horia
escribe esta hermosa página que bien podría firmar Gabriel Miró: “Pepe habita
en la Nucia y
nos invita a su casa a recoger limones. Posee una bonita huerta en la parte
baja del pueblo, junto a la carretera de Altea y una cabaña que da sobre el
valle. El lugar, donde sopla permanentemente una brisa fresca que viene de las
cumbres de la sierra Aitana, me seduce en seguida. Le propongo a Pepe comprarle
un trozo de terreno para hacerme construir un chalet a mi gusto.
-Se lo
regalo –me dice- . Tome usted este trozo de terreno de al lado de la cabaña.
Seremos vecinos.
No hay
manera de pagarle sea lo que sea. Recogemos juntos los limones todavía verdes,
pero llenos de jugo, y, luego, él nos trae algunos racimos de uvas de por lo
menos un kilo cada uno, que habían quedado olvidados entre las hojas; luego,
granadas y ramas de tomillo. Como nos considera amigos, no quiere nada a
cambio. Él es agricultor y albañil, compra y vende almendras, posee varias
huertas y tiene un hijo de diecisiete años que quiere ser arquitecto y al que
dedica su vida, sus pensamientos y todas sus fuerzas. Conocimos también a su
mujer, sencilla y digna, de rostro fino, espiritualizado, como el de una
marquesa del siglo XVIII disfrazada de campesina o de molinera. El alcalde la
Nucia es sobrino de Pepe.
-Tiene
en su casa todos los libros de usted –me confía”
Es
sencillo identificar a estas personas.
Hola, algú em pot donar el mail de Miguel Guardiola?
ResponderEliminarGràcies
Rosa Payà