Eberhard Schlotter y Altea
Juan Bautista Galiana Ferrando
(Article publicat en la Revista de Festes del Santíssim Crist d'Altea, any 2015)
Eberhard Schlotter descubrió
Altea el día 25 de agosto de 1954, a las 11: 55. Fue durante un viaje por España, acompañado de
su esposa Dorothea y unos amigos, con destino Andalucía.
Después de 3.582 kilómetros
de viaje pararon en Altea. Buscaron alojamiento en la fonda Almiñana, frente a
la estacion del tren, para continuar
viaje al día siguiente. Al
despertarse y abrir la ventana, quedaron
tan impactados al contemplar bajo la luz del sol la bahía y el pueblo de Altea,
que decidieron quedarse: “Altea estaba
descubierta”.
Acabadas las vacaciones regresaron a
Alemania; pero, en 1956, Schlotter, Dorothea y su hija Sybile volvieron a Altea,
se instalaron en una casita de pescadores en la Olla y fijaron aquí su residencia. Mientras tanto, Schlotter
continuó viajando a Alemania, donde daba clases en la universidad.
“El
mar era verde en la playa, violeta en el horizonte y azul oscuro puro en medio, azul como los azulejos de la cúpula de
la iglesia”. En sus largos paseos por la Olla, Eberhard descubría tesoros que
el mar arrojaba a la orilla (latas oxidadas, maderas, entre otros despojos). Allí
creó muchas obras maestras, sugeridas por la belleza que Schlotter extraía de
esos humildes objetos, así como de la inspiración nacida de la luz y los colores
del mar, del cielo, de la tierra y de las montañas de la comarca.
Más
tarde se trasladó a una casa en el carrer
Fornet, donde fijaría su residencia en Altea. Allí, en su “paraíso del
Fornet”, la muerte lo encontró una cálida noche de verano, bajo un cielo de
color índigo como los que tantas veces pintó, el 7 de septiembre de 2014.
Eberhard Schlotter había nacido en
Hildesheim (Alemania), el 3 de junio de 1921, en el seno de una familia de
artistas. Desde pequeño fue educado por su padre en la disciplina del dibujo. Luego
vinieron sus estudios en Munich, el sur alemán. Después la debacle de la guerra,
los largos cuatro años transcurridos en Rusia, la dura recomposición posbélica y,
finalmente, la plasmación de “su sueño del sur” en una villa mediterránea, Altea.
Así lo expresó él:
“Altea era el lugar que me regaló lo que los velos impenetrables
de mi patria ocultaban, luz y forma, que regalo. Me enamoré de Altea y erigí mi
nido en el antiguo muro de la ciudad, en medio de tanta humanidad”.
En su estudio del Fornet, rodeado “del
brillo del día, de la púrpura de la mañana, del oro de la tarde y del índigo
de la noche”, desarrolló más de 50 años de
intenso y fructífero trabajo. Aquí, en Altea, nació la mayor parte de su obra
o, como él denominaba el conjunto de su trabajo, de “sus cosechas españolas”.
La obra del profesor Schlotter,
trabajador infatigable a lo largo de
toda su vida, es muy extensa y variada y merecería un capítulo aparte. Ha sido
uno de los mejores grabadores del mundo en el siglo XX, pero este hecho
indiscutible no debe eclipsar otras de sus facetas: dibujante, acuarelista,
pintor al óleo y técnica mixta, son
artes en las que Schlotter ha alcanzado cotas muy elevadas de calidad y virtuosismo. No está de más recordar, que
Scholotter está considerado uno de los mejores pintores alemanes de la segunda
mitad del siglo XX.
Uno de los rasgos vitales de Eberhard Schlotter
fue la de gran viajero. Altea fue el epicentro desde el cual viajó por toda
España, norte de África, Ceilán y, sobre todo, por Hispanoamérica. De sus
períplos por todo el mundo brotaron muchas obras pero, entre todos los destinos,
uno de ellos le causó una indeleble impresión: Perú, país que visitó de forma
constante desde el año 1984 hasta el 2000, y donde expuso en 2008.
La vertiente cosmopolita de la obra de
Schlotter, no desmerece la ingente cantidad de pintura que Schlotter dedicó a
Altea y su comarca. El amor a la naturaleza y a los paisajes “de esta tierra
caliente”, como a él le gustaba llamarla, fue una constante en la vida y en la
obra de Eberhard Schlotter. Altea ,
Ifach , Punta Bombarda , Tabarca , Bernia, Aitana , Xortá , Bijauca , Xaló ,
Vall de Guadalest , Vall d’ Ebo, Vall de Laguart , Vall de Gallinera … han sido
fuentes inagotables de inspiración para el artista y han protagonizado muchas
de sus obras.
En Altea, su colaboración altruista en
los programas de las Fiestas Patronales del Santísimo Cristo del Sagrario y de San Blas, nos ha dejado también obras bellísimas
e inolvidables que forman ya parte del acervo de nuestras fiestas. Ejemplo de
ello son la portada del programa de fiestas
del año 1988, así como las ilustraciones del programa de las fiestas del Cristo
de los años 1957 – 58. También, por supuesto, nos dejó magnificas imágenes referentes a las fiestas
de Moros y Cristianos.
Mas la figura Schlotter forma también
parte de la historia de Altea, de ese lapso de tiempo que compone la época más
brillante de la pintura “en y desde Altea”. En definitiva, con su desaparición
se nos ha ido uno de los más grandes de este periodo irrepetible.
Ahora, cuando su presencia entre nosotros
ya no es posible, como diría nuestro añorado José María Planelles, nos queda el
recuerdo de su inconfundible figura paseando por las calles de su querida Altea,
y de los valores que infundió entre aquellos que le tratamos: la libertad, el
amor a la pintura, la familia o la amistad.
No obstante, Schlotter quiso que una
cuidada selección de su obra, hecha personalmente por él, permaneciera en Altea
entre los fondos de la
Fundación Eberhard Schlotter.
En estos momentos de sentido y obligado
duelo, el pueblo de Altea puede disfrutar con placer de la contemplación de
esta obra. Como contrapartida, creo que es nuestra obligación responsabilizarnos
de la custodia y divulgación de la obra que este gran pintor internacional, alteano
de corazón, nos ha confiado.
Como también sería de justicia
reivindicar la obra de los múltiples artistas, ya desparecidos, que convivieron
entre nosotros, y cuya sola nómina enorgullece al que la cita: Benjamin Palencia,
Genaro Lahuerta, José Jardiel, Navarro Ramón,
Miguel Villá, Francisco Lozano, Marc Abel, Gaspar d´Altea, José Torres Martin, Polin Laporta, Elen de Tombay,
Pat Heron, Pastor Calpena, Just Cuadrado, Javier Cebrián, Sam Miller, Andrés
Conejo, Pere Joan Martí…, y, ahora, Eberhard Schlotter.
En el año 1980, un ilustre paísano
nuestro, Francisco Coello expuso en este mismo programa de fiestas una
reivindicación: la necesidad de que en Altea se erigiese un Museo de Arte donde
recoger la obra de estos artistas. Si entonces había sobrada justificación para
esta petición, 35 años más tarde todavía hay muchas mas razones. Ellos ya no
están entre nosotros, pero merecen que su obra tenga un lugar digno donde ser
contemplada y apreciada en “su Altea”.
Esa Altea que siempre ha estado presente
en el corazón, en la vida y en la obra de
Eberhard Schlotter desde aquel lejano 25 de agosto de 1954, en el que los nombres de
ambos quedaron unidos para siempre.
Juan Bautista Galiana Ferrando
Miembro de la fundación Eberhard
Schlotter a propuesta del profesor Eberhard Schlotter ( periodo 2010 – 2014 ).
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