sábado, 14 de noviembre de 2015

Eberhard Schlotter y Altea; por Juan Bautista Galiana Ferrando


Eberhard Schlotter y Altea

Juan Bautista Galiana Ferrando

(Article publicat en la Revista de Festes del Santíssim Crist d'Altea, any 2015)

Eberhard Schlotter descubrió Altea el día 25 de agosto de 1954, a las 11: 55.  Fue durante un viaje por España, acompañado de su esposa Dorothea y unos amigos, con destino Andalucía.


Después de 3.582 kilómetros de viaje pararon en Altea. Buscaron alojamiento en la fonda Almiñana, frente a la estacion del tren, para continuar  viaje al  día siguiente. Al despertarse  y abrir la ventana, quedaron tan impactados al contemplar bajo la luz del sol la bahía y el pueblo de Altea, que decidieron quedarse: “Altea  estaba descubierta”.
Acabadas las vacaciones regresaron a Alemania; pero, en 1956, Schlotter, Dorothea y su hija Sybile volvieron a Altea, se instalaron en una casita de pescadores en la Olla y fijaron  aquí su residencia. Mientras tanto, Schlotter continuó viajando a Alemania, donde daba clases en la universidad.
 “El mar era verde en la playa, violeta en el horizonte y azul oscuro puro en  medio, azul como los azulejos de la cúpula de la iglesia”. En sus largos paseos por la Olla, Eberhard descubría tesoros que el mar arrojaba a la orilla (latas oxidadas, maderas, entre otros despojos). Allí creó muchas obras maestras, sugeridas por la belleza que Schlotter extraía de esos humildes objetos, así como de la inspiración nacida de la luz y los colores del mar, del cielo, de la tierra y de las montañas de la comarca.
 Más tarde se trasladó a una casa en el carrer Fornet, donde fijaría su residencia en Altea. Allí, en su “paraíso del Fornet”, la muerte lo encontró una cálida noche de verano, bajo un cielo de color índigo como los que tantas veces pintó, el 7 de septiembre de 2014.
Eberhard Schlotter había nacido en Hildesheim (Alemania), el 3 de junio de 1921, en el seno de una familia de artistas. Desde pequeño fue educado por su padre en la disciplina del dibujo. Luego vinieron sus estudios en Munich, el sur alemán. Después la debacle de la guerra, los largos cuatro años transcurridos en Rusia, la dura recomposición posbélica y, finalmente, la plasmación de “su sueño del sur” en una villa mediterránea, Altea. Así lo expresó él:
“Altea era  el lugar que me regaló lo que los velos impenetrables de mi patria ocultaban, luz y forma, que regalo. Me enamoré de Altea y erigí mi nido en el antiguo muro de la ciudad, en medio de tanta humanidad”.
En su estudio del Fornet, rodeado “del brillo del día, de la púrpura de la mañana, del oro de la tarde y del índigo de  la noche”, desarrolló más de 50 años de intenso y fructífero trabajo. Aquí, en Altea, nació la mayor parte de su obra o, como él denominaba el conjunto de su trabajo, de “sus cosechas españolas”.


La obra del profesor Schlotter, trabajador  infatigable a lo largo de toda su vida, es muy extensa y variada y merecería un capítulo aparte. Ha sido uno de los mejores grabadores del mundo en el siglo XX, pero este hecho indiscutible no debe eclipsar otras de sus facetas: dibujante, acuarelista, pintor al óleo y técnica  mixta, son artes en las que Schlotter ha alcanzado cotas muy elevadas de calidad  y virtuosismo. No está de más recordar, que Scholotter está considerado uno de los mejores pintores alemanes de la segunda mitad del siglo XX.
Uno de los rasgos vitales de Eberhard Schlotter fue la de gran viajero. Altea fue el epicentro desde el cual viajó por toda España, norte de África, Ceilán y, sobre todo, por Hispanoamérica. De sus períplos por todo el mundo brotaron muchas obras pero, entre todos los destinos, uno de ellos le causó una indeleble impresión: Perú, país que visitó de forma constante desde el año 1984 hasta el 2000, y donde expuso en 2008.
La vertiente cosmopolita de la obra de Schlotter, no desmerece la ingente cantidad de pintura que Schlotter dedicó a Altea y su comarca. El amor a la naturaleza y a los paisajes “de esta tierra caliente”, como a él le gustaba llamarla, fue una constante en la vida y en la obra de Eberhard  Schlotter. Altea , Ifach , Punta Bombarda , Tabarca , Bernia, Aitana , Xortá , Bijauca , Xaló , Vall de Guadalest , Vall d’ Ebo, Vall de Laguart , Vall de Gallinera … han sido fuentes inagotables de inspiración para el artista y han protagonizado muchas de sus obras.



En Altea, su colaboración altruista en los programas de las Fiestas Patronales del Santísimo Cristo del Sagrario y  de San Blas, nos ha dejado también obras bellísimas e inolvidables que forman ya parte del acervo de nuestras fiestas. Ejemplo de ello son la portada  del programa de fiestas del año 1988, así como las ilustraciones del programa de las fiestas del Cristo de los años 1957 – 58. También, por supuesto, nos dejó  magnificas imágenes referentes a las fiestas de Moros y Cristianos.
Mas la figura Schlotter forma también parte de la historia de Altea, de ese lapso de tiempo que compone la época más brillante de la pintura “en y desde Altea”. En definitiva, con su desaparición se nos ha ido uno de los más grandes de este periodo irrepetible.
Ahora, cuando su presencia entre nosotros ya no es posible, como diría nuestro añorado José María Planelles, nos queda el recuerdo de su inconfundible figura paseando por las calles de su querida Altea, y de los valores que infundió entre aquellos que le tratamos: la libertad, el amor a la pintura, la familia o la amistad.
No obstante, Schlotter quiso que una cuidada selección de su obra, hecha personalmente por él, permaneciera en Altea entre los fondos de la Fundación Eberhard Schlotter.
En estos momentos de sentido y obligado duelo, el pueblo de Altea puede disfrutar con placer de la contemplación de esta obra. Como contrapartida, creo que es nuestra obligación responsabilizarnos de la custodia y divulgación de la obra que este gran pintor internacional, alteano de corazón, nos ha confiado.
Como también sería de justicia reivindicar la obra de los múltiples artistas, ya desparecidos, que convivieron entre nosotros, y cuya sola nómina enorgullece al que la cita: Benjamin Palencia, Genaro Lahuerta, José Jardiel, Navarro Ramón,  Miguel Villá, Francisco Lozano, Marc Abel, Gaspar d´Altea, José  Torres Martin, Polin Laporta, Elen de Tombay, Pat Heron, Pastor Calpena, Just Cuadrado, Javier Cebrián, Sam Miller, Andrés Conejo, Pere Joan Martí…, y, ahora, Eberhard Schlotter.
En el año 1980, un ilustre paísano nuestro, Francisco Coello expuso en este mismo programa de fiestas una reivindicación: la necesidad de que en Altea se erigiese un Museo de Arte donde recoger la obra de estos artistas. Si entonces había sobrada justificación para esta petición, 35 años más tarde todavía hay muchas mas razones. Ellos ya no están entre nosotros, pero merecen que su obra tenga un lugar digno donde ser contemplada y apreciada en “su Altea”.
Esa Altea que siempre ha estado presente en el corazón, en la vida y en la obra de  Eberhard Schlotter desde aquel lejano 25 de  agosto de 1954, en el que los nombres de ambos quedaron  unidos para siempre.

   Juan Bautista Galiana Ferrando
Miembro de la fundación Eberhard Schlotter a propuesta del profesor Eberhard Schlotter ( periodo 2010 – 2014 ).