viernes, 10 de junio de 2011

Entre piratas y moriscos, la historia del Fort de Bèrnia

Uno de los problemas más acuciantes que surca la historia del País Valenciano en la época moderna fueron las agresiones de piratas norteafricanos que padecieron nuestras costas y, asociado a estas incursiones, la ayuda que la población morisca prestaba a los corsarios que se aproximaban al litoral, lo que a la larga se emplearía como argumento justificativo para su definitiva expulsión del Reino de Valencia.



Con el fin de paliar los ataques berberiscos, Felipe II encargó al ingeniero más capaz de su época, Juan Bautista Antonelli (Gatteo di Romagna, 1527 – Toledo, 1588), el desarrollo de un plan de defensa integral del Reino de Valencia. En el año 1561, el italiano elaboró un completo informe que incluía una impresionante línea de fortificaciones artilladas y de torres de vigilancia a lo largo de la costa. La Sierra de Bernia, entre los términos municipales de Altea, Benissa, Calpe, Callosa d'en Sarrià y Xalò, mereció una especial atención de Antonelli, que sostuvo la necesidad de erigir una fortaleza en este emplazamiento. No conviene olvidar, la abundante población morisca que residía en esta parte de la Marina y que este macizo montañoso, al igual que el castellonense de Espadán, había servido de escondrijo morisco en la revuelta de 1526.



En 1931, el historiador Adolfo Salvá Ballester (Callosa d'en Sarrià, 1885-1941), recopiló un amplio fondo documental relativo a los avatares del Fort de Bernia, como parte integrante de una empresa que el cronista había emprendido unos años antes; la redacción de la historia de su localidad natal.



"A la parte meridional de la llamada por los del país serra de Bernia, en el término municipal de Callosa de Ensarriá y a 630 metros sobre el nivel del Mediterráneo, se ven los restos del <<fort>>, o castillo, que se construyó aprovechando la pendiente más suave de la empinada montaña".



Así comienza el Capítulo XIII de La Villa de Callosa d'en Sarrià: Monografía Histórica Documentada, titulado "El Fort de Bernia", elaborado a partir de la escasa bibliografía que el erudito pudo encontrar y de los textos que consultó en diferentes archivos valencianos, destacando la serie Mestre Racional del Archivo del Reino de Valencia, y en el Archivo General de Simancas (Valladolid).



Una vez señalada y descrita la ubicación de la fortaleza, centra primero la atención en los informes de Antonelli, para contrastarlos después con el Informe del virrey Vespasiano Gonzaga Colona, opuesto desde un principio a la construcción del fuerte, a la vez que se realizan una serie de puntualizaciones que conviene señalar. En primer lugar, que Gaspar Escolano había errado al fechar la construcción del fuerte en 1570: al contrastarlo con el Libre de memories de diversos sucesos e fets memorables e de coses senyalades de la ciudad e regne de Valencia (1308-1644) con diversas anotaciones encontradas, Salvà concluye que la fecha verdadera debió ser 1562. En segundo lugar critica la creencia, muy extendida en la historiografía de su época, del origen musulmán del fuerte.



La descripción minuciosa que Salvá realiza a partir de los textos y de la observación de las propias ruinas del fuerte, dibujando incluso los restos de la planta, nos permite imaginarnos la magnificencia de la fortaleza.



La información transcrita sobre el Fort contribuye al conocimiento de los habitantes de Bernia y poblaciones circundantes, así como de los pormenores de su vida cotidiana. La contabilidad del fuerte trasluce los elevados gastos que ocasionaba su mantenimiento al Reino; la mala calidad de los materiales y las inclemencias del tiempo eran fuente de reparaciones casi constantes, creando entre las autoridades animadversión y creciendo el número de detractores. Una vez expulsados los moriscos de Valencia, la facción partidaria de la demolición del fuerte consiguió convencer a Felipe III de la conveniencia de desmantelar esta obra militar. Salvà apunta como fecha del inicio de la misma el 6 de diciembre de 1612; su capilla lo sería aproximadamente un año más tarde, entregándose por orden regia el retablo, los cálices y demás ornamentos a la iglesia parroquial de Vergel, en concepto de limosna. El 12 de abril de 1613 fue despedida la gente, y a los soldados a los que no se buscó nuevo destino se les fue concediendo la mitad de la soldada mensual, con cargo a la Receptoría de Valencia.

 Respecto a la interpretación de Salvá sobre lo que había significado el Fort de Bernia en su contexto, el autor concluye lapidariamente: "Cincuenta y un años tuvo de vida la fortaleza, sin que ninguna utilidad reportase en su corta existencia como tal".

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